Un negro en la Casa Blanca

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[mkdf_dropcaps type=»normal» color=»#ff3154″ background_color=»»]S[/mkdf_dropcaps]eamos sinceros, por muy fanboy del capitalismo que seas, hay que aceptar que Estados Unidos es una basura. Su comida es un refrito de otras comidas, sus ciudades son tan feas como las rusas, solo que mejor pintadas y sus coches parecen hechos de plástico. Pero de la misma forma os digo: seamos sinceros, por muy antimperialista yanki que seas, hay que aceptar que manejan el espectáculo mil veces mejor que el puto Lope de Vega. Y es que, ¿cómo resistirse?

Kanye West, que ya prometió que se iba a presentar a Presidente, ha hecho su primer acto de campaña en Carloina del Sur, el que supone el pistoletazo de salida para llegar a la Casa Blanca tras las próximas elecciones de noviembre. Tan showman como de costumbre, el rapero apareció ataviado con un chaleco antibalas en el que se podía leer “Security” y el pelo rapado con la cifra 2020 rodeándole el cogote; el degradado ya ha pasado de moda.

Allí, con un discurso hiperneurótico y desestructurado que ya es firma personal, habló de todo un poco, pero centrándose en la comunidad negra. Afirmó que la esclavitud todavía no ha sido abolida, atacó el encarcelamiento masivo y la pena de muerte. Pero, sin duda, el momento cúspide del monólogo fue cuando tiró de historia personal para hablar de cómo sus padres estuvieron a punto de abortarle y cómo él repitió el error con su hija. Kanye lloró, se estremeció ante la idea de que una madre tuviera que deshacerse de su hijo por el hecho de ser pobre y dejó entrever que daría una ayuda de 1.000.000 -sí, todos esos ceros- de dólares “o así” a quién tuviera un bebé. En definitiva, una hora de espectáculo que ya quisiera El Chiringuito.

Show must go on. Después de Trump ha llegado el momento de Kanye; idea que solo podría ser superada por una pelea a cuchillo entre ambos por el sillón. Es preocupante, sí, pero más goloso que un Phoskito para merendar. Imaginemos si no su versión española: Kase.O dando un mitin en el castillo de Peñíscola.

Muchos son los reclamos que tiene a favor: ver por primera vez a un negro en la Casa Blanca (a real one), tener a Kim como primera dama o poder rodar la nueva season de Keepin’ Up With The Kardashians en la mansión presidencial, o sea el sueño húmedo de Ter (sorry not sorry Altonzano).

Pero la verdadera pregunta que me surge de todo este tinglado es: ¿Por qué todos los raperos que sobreviven a su fama acaban como una maraca? Snoop Dog con su obsesión por la marihuana, Kinder malo con la frente tatuada en defensa del veganismo, Lírico en el psiquiátrico después de tirar a una chavala en una acequia, Arkano… bueno, mejor no hablemos de Arkano.

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Kanye West, que ya prometió que se iba a presentar a Presidente, ha hecho su primer acto de campaña en Carloina del Sur, el que supone el pistoletazo de salida para llegar a la Casa Blanca tras las próximas elecciones de noviembre. Tan showman como de costumbre, el rapero apareció ataviado con un chaleco antibalas en el que se podía leer “Security” y el pelo rapado con la cifra 2020 rodeándole el cogote; el degradado ya ha pasado de moda.

Allí, con un discurso hiperneurótico y desestructurado que ya es firma personal, habló de todo un poco, pero centrándose en la comunidad negra. Afirmó que la esclavitud todavía no ha sido abolida, atacó el encarcelamiento masivo y la pena de muerte. Pero, sin duda, el momento cúspide del monólogo fue cuando tiró de historia personal para hablar de cómo sus padres estuvieron a punto de abortarle y cómo él repitió el error con su hija. Kanye lloró, se estremeció ante la idea de que una madre tuviera que deshacerse de su hijo por el hecho de ser pobre y dejó entrever que daría una ayuda de 1.000.000 -sí, todos esos ceros- de dólares “o así” a quién tuviera un bebé. En definitiva, una hora de espectáculo que ya quisiera El Chiringuito.

Show must go on. Después de Trump ha llegado el momento de Kanye; idea que solo podría ser superada por una pelea a cuchillo entre ambos por el sillón. Es preocupante, sí, pero más goloso que un Phoskito para merendar. Imaginemos si no su versión española: Kase.O dando un mitin en el castillo de Peñíscola.

Muchos son los reclamos que tiene a favor: ver por primera vez a un negro en la Casa Blanca (a real one), tener a Kim como primera dama o poder rodar la nueva season de Keepin’ Up With The Kardashians en la mansión presidencial, o sea el sueño húmedo de Ter (sorry not sorry Altonzano).

Pero la verdadera pregunta que me surge de todo este tinglado es: ¿Por qué todos los raperos que sobreviven a su fama acaban como una maraca? Snoop Dog con su obsesión por la marihuana, Kinder malo con la frente tatuada en defensa del veganismo, Lírico en el psiquiátrico después de tirar a una chavala en una acequia, Arkano… bueno, mejor no hablemos de Arkano.

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