Después de trabajar mucho me siento sucio. Pero es una suciedad que dignifica, como la sangre del enemigo en tu uniforme o el olor a puro por la mañana.
También me siento más viejo y más lejos de la muerte. Es un poco raro. La muerte deja de existir cuando curras sin parar.
Mi cora ahora suena como un billete arrugado.
Me gusta esa sensación.