Fake-audios de whatsapp, la versión digital del coronavirus

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[mkdf_dropcaps type=»normal» color=»#ff3154″ background_color=»»]E[/mkdf_dropcaps]scucho perplejo un audio que circula por whatsapp de una cirujana relatando como un nutrido grupo de gitanos acudió al hospital de Txagorritxu (Vitoria) a llenar discretamente paredes y camillas de japos con COVID-19 para joderle la existencia a todo aquel que tuviera la mala suerte de toparse con su indeseable huella. Su target: peña random que iba a currar, a curarse un esguince o a ver a un ser querido.

Si lo que cuenta esta tía es verdad, hijos de puta. Si es mentira, hija de puta. Lo que está claro es que, además de mogollón de hijos de puta, ahora estamos rodeados de un virus que no sólo está segando las vidas de nuestros abuelitos y colapsando los hospitales, sino que nos está convirtiendo en, insisto, unos grandísimos hijos de puta.

Y es que de la mano del COVID-19 ha llegado a nuestros smartphones otro virus que trasciende la pantalla, que se nos cuela por las orejas, que nos cortocircutea el cerebro y de inmediato nos convierte en seres desconfiados, racistas, paranoicos… O sea, justo lo que nos hacía falta en un contexto de hospitales llenos y supermercados vacíos. Okay.

Me estoy refiriendo a los “fake-audios de whatsapp”, notas de voz pertrechadas por personal sanitario irresponsable, granujas de medio pelo o majaderos de la conspiración. Si os soy sincero, en ocasiones me cuesta discernir la veracidad de lo que escucho porque estos cabrones utilizan técnicas discursivas mucho más sofisticadas que las de las típicas fake news que te encuentras por Facebook, Mediterráneo Digital y sitios así. Poseen la espontaneidad, el tono y el léxico. Son tan buenos, en parte, porque se creen sus propias trolas.

Pero lo cierto es que la mayoría de estos testimonios constituyen un venenoso alimento para una sociedad cada día más huraña, vulnerable y ávida de relatos en primera persona que colisionen caprichosamente con la versión oficial de instituciones y medios.

“Fake-audios de whatsapp”, ponlos en cuarentena. Y tú, ponte en cuarentena también, no me seas hijo de puta.

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[mkdf_dropcaps type=»normal» color=»#ff3154″ background_color=»»]E[/mkdf_dropcaps]scucho perplejo un audio que circula por whatsapp de una cirujana relatando como un nutrido grupo de gitanos acudió al hospital de Txagorritxu (Vitoria) a llenar discretamente paredes y camillas de japos con COVID-19 para joderle la existencia a todo aquel que tuviera la mala suerte de toparse con su indeseable huella. Su target: peña random que iba a currar, a curarse un esguince o a ver a un ser querido.

Si lo que cuenta esta tía es verdad, hijos de puta. Si es mentira, hija de puta. Lo que está claro es que, además de mogollón de hijos de puta, ahora estamos rodeados de un virus que no sólo está segando las vidas de nuestros abuelitos y colapsando los hospitales, sino que nos está convirtiendo en, insisto, unos grandísimos hijos de puta.

Y es que de la mano del COVID-19 ha llegado a nuestros smartphones otro virus que trasciende la pantalla, que se nos cuela por las orejas, que nos cortocircutea el cerebro y de inmediato nos convierte en seres desconfiados, racistas, paranoicos… O sea, justo lo que nos hacía falta en un contexto de hospitales llenos y supermercados vacíos. Okay.

Me estoy refiriendo a los “fake-audios de whatsapp”, notas de voz pertrechadas por personal sanitario irresponsable, granujas de medio pelo o majaderos de la conspiración. Si os soy sincero, en ocasiones me cuesta discernir la veracidad de lo que escucho porque estos cabrones utilizan técnicas discursivas mucho más sofisticadas que las de las típicas fake news que te encuentras por Facebook, Mediterráneo Digital y sitios así. Poseen la espontaneidad, el tono y el léxico. Son tan buenos, en parte, porque se creen sus propias trolas.

Pero lo cierto es que la mayoría de estos testimonios constituyen un venenoso alimento para una sociedad cada día más huraña, vulnerable y ávida de relatos en primera persona que colisionen caprichosamente con la versión oficial de instituciones y medios.

“Fake-audios de whatsapp”, ponlos en cuarentena. Y tú, ponte en cuarentena también, no me seas hijo de puta.

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