LA GENTE APLAUDE Y YO SÓLO PUEDO ESCUCHAR EL VIVA ESPAÑA

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[mkdf_dropcaps type=»normal» color=»#ff3154″ background_color=»»]H[/mkdf_dropcaps]ay cosas que no funcionan en la memesfera

Hoy la gente volverá a asomarse a las ventanas a aplaudir a los trabajadores sanitarios que están trabajando en esto del Coronavirus. Hoy volveremos a perder una ocasión de canalizar toda esa energía afectiva hacia algo constructivo. No entiendo a la izquierda. Lo siento, sé que muchos me acusaréis de vendido. Pero qué puedo decir, es una sensación que viene de largo. Es un resentimiento que se ha ido enquistando en mí desde hace 10 años. No sé. Quizás por eso me reí con el guantazo de C. Tangana al Nega. O aplaudí a Jarfaiter cuando cantaba eso de “quiero que ardas progre de izquierdas”.

Pienso en todas esas personas que aplauden a la sanidad pública hoy. En todos esos cuñadetes neoliberales que ahora sí que ven con buenos ojos las políticas intervencionistas del gobierno. Desde ayer hay un murmullo en cada casa que huele a República. España está asomada en los balcones, hablando, haciendo ruido. Nosotros, sin embargo, sólo podemos escuchar al facha que grita “Viva España” entre toda esa multitud. Somos incapaces de sumarnos a esa solidaridad. Una solidaridad llena de contradicciones claro, tan llena de contradicciones como heterogéneo y diverso es el estado español, pero en el fondo una solidaridad sincera ¿Estamos siendo justos en nuestra crítica? ¿Sirve de algo seguir dando patadas al saco roto que es este país desde hace ya varios años?

Con el nosotros, en el que me incluyo, me refiero a la gente que hacemos memes políticos. A los creadores de contenido de actualidad en Instagram. La memesfera. Llevamos meses hablando del asedio cultural que últimamente estamos recibiendo desde las cuentas de memes de derecha. Ser de derechas ahora mismo es guai, nos están ganando la partida. Pero esta crisis está cambiando el escenario en que se juega esta partida permitiéndonos reconquistar algunas batallas que ya teníamos perdidas.

Deberíamos estar haciendo memes que canalicen todos esos sentimientos de fraternidad que se ven en los balcones. Pero sólo podemos ver a los putos madrileños que se fueron a la playa, o a los fachas que cantan el himno mientras aplauden. Parece que somos demasiado listos para sentir, demasiado comprometidos con nuestra ideología para dejarnos llevar. Pero no es eso, ojalá fuera simplemente eso. La realidad es que no concebimos la posibilidad de bajar al barro y mancharnos en la mierda como hace todo el mundo. Preferimos mantener una distancia, somos demasiados buenos para el resto.

Lo siento, pero alguien tiene que decirlo. Mantener una distancia crítica no sirve por sí mismo para construir un proyecto común. La ironía por sí misma sólo deconstruye. Simplemente te permite adoptar una posición cómoda con respecto a todo aquello que criticas. Yo no soy ese facha. Yo no soy ese hetero. Yo no soy ese pijo. Yo no soy ese cuñado de izquierdas. Deja de utilizar tu humor para escapar de esta enorme contradicción en la que vivimos llamada España, llamada capitalismo.

La crítica al sistema utilizando recursos irónicos estuvo guay en los 80 y 90, pero ya cansa ¿No? ¿Acaso no se ha convertido en una comfort zone desde donde la izquierda puede liberar sus frustraciones sin poner sus propias contradicciones frente al espejo?

Mi condición como hombre blanco y español en 2020 sólo puede ser contradictoria, sólo puede estar manchada por un montón de mierda. Da igual que suba 50 o 100 memes sobre zoomers o gatitos que lloran porque no les gusta el capitalismo. Reírme de ello no me permite escapar de ello. Soy parte del problema. Creo content y lo publico en una red social como Instagram que capitaliza la creatividad, el tiempo y el criterio artístico de sus usuarios. A cambio consigo visibilidad y puedo permanecer vivo socialmente otro día más. Sería estúpido si no reconociese todas y cada una de las contradicciones que condicionan mi existencia dentro de la sociedad en la que vivo. Reconocer mis contradicciones no me debilita, sino que, al contrario, me hace más fuerte. Me permite entender mis ansiedades, mi frustración, mi impotencia. Me permite encontrar a otras personas que sienten lo mismo que yo. Me permite pensar junto con mis amigas nuevas formas creativas desde donde construir espacios colectivos de sanación y disidencia.

No sé vosotros, pero yo hoy me voy a manchar las manos aplaudiendo bien fuerte. Hasta que me duelan las manos.

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Hoy la gente volverá a asomarse a las ventanas a aplaudir a los trabajadores sanitarios que están trabajando en esto del Coronavirus. Hoy volveremos a perder una ocasión de canalizar toda esa energía afectiva hacia algo constructivo. No entiendo a la izquierda. Lo siento, sé que muchos me acusaréis de vendido. Pero qué puedo decir, es una sensación que viene de largo. Es un resentimiento que se ha ido enquistando en mí desde hace 10 años. No sé. Quizás por eso me reí con el guantazo de C. Tangana al Nega. O aplaudí a Jarfaiter cuando cantaba eso de “quiero que ardas progre de izquierdas”.

Pienso en todas esas personas que aplauden a la sanidad pública hoy. En todos esos cuñadetes neoliberales que ahora sí que ven con buenos ojos las políticas intervencionistas del gobierno. Desde ayer hay un murmullo en cada casa que huele a República. España está asomada en los balcones, hablando, haciendo ruido. Nosotros, sin embargo, sólo podemos escuchar al facha que grita “Viva España” entre toda esa multitud. Somos incapaces de sumarnos a esa solidaridad. Una solidaridad llena de contradicciones claro, tan llena de contradicciones como heterogéneo y diverso es el estado español, pero en el fondo una solidaridad sincera ¿Estamos siendo justos en nuestra crítica? ¿Sirve de algo seguir dando patadas al saco roto que es este país desde hace ya varios años?

Con el nosotros, en el que me incluyo, me refiero a la gente que hacemos memes políticos. A los creadores de contenido de actualidad en Instagram. La memesfera. Llevamos meses hablando del asedio cultural que últimamente estamos recibiendo desde las cuentas de memes de derecha. Ser de derechas ahora mismo es guai, nos están ganando la partida. Pero esta crisis está cambiando el escenario en que se juega esta partida permitiéndonos reconquistar algunas batallas que ya teníamos perdidas.

Deberíamos estar haciendo memes que canalicen todos esos sentimientos de fraternidad que se ven en los balcones. Pero sólo podemos ver a los putos madrileños que se fueron a la playa, o a los fachas que cantan el himno mientras aplauden. Parece que somos demasiado listos para sentir, demasiado comprometidos con nuestra ideología para dejarnos llevar. Pero no es eso, ojalá fuera simplemente eso. La realidad es que no concebimos la posibilidad de bajar al barro y mancharnos en la mierda como hace todo el mundo. Preferimos mantener una distancia, somos demasiados buenos para el resto.

Lo siento, pero alguien tiene que decirlo. Mantener una distancia crítica no sirve por sí mismo para construir un proyecto común. La ironía por sí misma sólo deconstruye. Simplemente te permite adoptar una posición cómoda con respecto a todo aquello que criticas. Yo no soy ese facha. Yo no soy ese hetero. Yo no soy ese pijo. Yo no soy ese cuñado de izquierdas. Deja de utilizar tu humor para escapar de esta enorme contradicción en la que vivimos llamada España, llamada capitalismo.

La crítica al sistema utilizando recursos irónicos estuvo guay en los 80 y 90, pero ya cansa ¿No? ¿Acaso no se ha convertido en una comfort zone desde donde la izquierda puede liberar sus frustraciones sin poner sus propias contradicciones frente al espejo?

Mi condición como hombre blanco y español en 2020 sólo puede ser contradictoria, sólo puede estar manchada por un montón de mierda. Da igual que suba 50 o 100 memes sobre zoomers o gatitos que lloran porque no les gusta el capitalismo. Reírme de ello no me permite escapar de ello. Soy parte del problema. Creo content y lo publico en una red social como Instagram que capitaliza la creatividad, el tiempo y el criterio artístico de sus usuarios. A cambio consigo visibilidad y puedo permanecer vivo socialmente otro día más. Sería estúpido si no reconociese todas y cada una de las contradicciones que condicionan mi existencia dentro de la sociedad en la que vivo. Reconocer mis contradicciones no me debilita, sino que, al contrario, me hace más fuerte. Me permite entender mis ansiedades, mi frustración, mi impotencia. Me permite encontrar a otras personas que sienten lo mismo que yo. Me permite pensar junto con mis amigas nuevas formas creativas desde donde construir espacios colectivos de sanación y disidencia.

No sé vosotros, pero yo hoy me voy a manchar las manos aplaudiendo bien fuerte. Hasta que me duelan las manos.

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