El personal sanitario despide entre aplausos y vítores a catorce gilipollas que estuvieron en cuarentena dos semanas en un hospital de Madrid.
Tío, entérate: no eres el superviviente de un thriller de ciencia ficción con catastrófico resultado para la humanidad. Ni siquiera eres de los que muere. Eres el típico extra que crea un programador pajillero mileurista para rellenar algunos frames sin ninguna relevancia real en la película.
Durante las dos semanas en las que estos pavos permanecieron bajo vigilancia médica como susceptibles infectados por el Coronavirus, la prensa blanda se encargó de presentarnos un panorama ridículo: reportajes donde aparecían en una cinta de correr para matar el tiempo, medidas desesperadas para soportar la levedad del ser viendo Netflix, llamadas tranquilizadoras a sus familiares e incluso algunas innecesarias entrevistas humanitarias a los propios afectados no afectados.
Testimonios
Vi como uno de ellos decía “lo conseguiremos”. De verdad, que conseguirás, ¿qué? Tú no has hecho nada, no vas a tener que hacer nada. Eres un insecto que espera, como quien espera en la sala de espera a la espera de lo que sea. Como quien está en el aeropuerto o en la cola de la carnicería. Tu función es esperar a que un aparato burocrático o mercantil te indique que puedes moverte. No eres nadie especial por mucho que te aplaudan tras haber tenido que gastar una millonada en recursos, no sea que el tonto a las tres éste se haya contagiado y nos la líe.
Otro de ellos, preguntado por cómo mata el tiempo, señaló como quien con rabia contenida no puede evitar saberse un Dios: “primero de forma más individual y luego grupal jugando al ajedrez y a las cartas, haciendo deporte, viendo partidos de fútbol o hablando”, calificando de “excepcional” el trato del personal sanitario: “nos han estado dando el 100%”. No se puede ser más gilipollas.
No eres ni el profesor Lidenbrock ni Axel viajando al centro de la Tierra para rescatar a dos gatitos. No portas en tu carga genética una secuencia milagrosa que nos vaya a salvar de nada. Eres un idiota que considera fardón tener que pasar dos semanas aburridísimas viendo la tele en camisón.
Así que relaja, porque cuando le cuentes a tu nieto que durante unos días estuviste alojado en la planta 17 del Gómez Ulla de Madrid, acaso estuvieras aquejado de una enfermedad contagiosa, posiblemente pensará ya no que seas imbécil; sino algo mucho peor: mediocre. Mi abuelo, el mediocre.