[mkdf_dropcaps type=»normal» color=»#ff3154″ background_color=»»]S[/mkdf_dropcaps]i un día llego a casa y me encuentro a un hippie asomado a mi ventana diciéndome, muy sosegadamente, que ya no puedo entrar porque ha cambiado la cerradura y no sé qué pollas de su abogado, probablemente mi reacción sea la de encogerme de hombros, apurar el cigarro y volver con cuatro o cinco mostrencos para sacarlo arrastras de los pelos. Pero eso nunca me va a pasar. Ni a ti tampoco.
La okupación de pisos particulares en España apenas llega al 15%, el resto son propiedad de entidades bancarias y fondos buitre, que los mantienen vacíos durante años para especular. Entonces, ¿por qué los okupas de repente son un problema que se ha colado en las portadas de todos los periódicos de derechas? Se habrán reproducido exponencialmente desde que tenemos a Coleta Morada en el Gobierno… Pues no: hay una subida del 5% con respecto a 2019; o sea, nada significativo. Entonces será que el Gobierno ha sacado una ley que complica todavía más los desalojos… Tampoco. Hace algo más de un año se aprobó la “ley de deshaucio exprés”, precisamente para agilizar el proceso por el que los propietarios pueden recuperar sus viviendas okupadas.
La cosa es que esta ley protege a particulares y a Administraciones públicas con vivienda social, pero no a entidades financieras que, casualmente, poseen 639 millones de euros en acciones de medios de comunicación en España, según datos de la propia Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV).
Y es que, entre la autodenominada prensa libre, cualquier excusa es buena para hacer esa cosa tan rentable como bochornosa de epatar a sus accionistas preferentes; y ya de paso, sacar de la agenda pública el inevitable debate Monarquía-República provocado por la fuga de nuestro querido (d)Emérito.
Termino.
Combatir con agresividad a los parásitos es una cosa muy higiénica, vengan de una comuna o del sistema financiero; pero está claro que el okupa más pernicioso para nuestro cuerpo social es aquel que subsiste, oculto, entre las líneas de una mierda que te venden como información.