«Que yo recuerde, desde que tuve uso de razón quise ser un gangster…», Heri Hill, Goodfellas.
A mí me pasaba lo que al personaje de Scorsese, pero no por haber crecido en New Jersey, ni en el Bronx, ni tampoco en un sitio como la Scampia, sino porque el mejor cine norteamericano, a pesar de insistir en ese discurso de «el que la hace, la paga», ensalzó una y otra vez las cualidades estéticas de este fascinante arquetipo.
La construcción hollywoodiense (bendita sea) del imaginario del gangster está compuesta por cosas como: carisma, pintas guapas, osadía, pasta, lealtad… Yo sigo queriendo ser un ganster, pero no quiero matar a nadie, ni traficar con mujeres, ni estafar a los pobres.
Quiero ser un gangster paseando al perro o cenando en un restaurante del centro.
Como decía el Tito Mc: «Aquí, en Sevilla City, cualquiera puede ser Al Capone». Pos eso. Yo también.
Por cierto, Tito MC, primer trap de este país.