La modelo Emy Buono ha guardado en la mochila de su pasado los tangas rojos y el dildo con forma de pene gigante, y ha sacado la maleta del rosario y el hábito.
Este giro de 180º abre la ventana a un mundo de interpretaciones. Los motivos que aduce Emy parten de la viralización de los vídeos y el malestar que eso le provoca en la relación con su pareja, con la familia de este, con los espontáneos que la reconocen por la calle o por los prejuicios que sufre en las entrevistas de trabajo, etc. Pero, además, por un motivo mucho más importante: que su deseo ahora es formar una familia tradicional, tener una vida tranquila, y no ser recordada como un personaje asociado al erotismo.
Aquí convergen muchas situaciones de difícil conexión y muchas preguntas que bordean los límites más difusos. Poca duda puede existir en cuanto a la licitud de que Emy haya hecho y haga en lo sucesivo lo que quiera, por más que pueda resultar antagónico.
Al mismo tiempo, ¿es lícito que la madre de tu prometido no se sienta cómoda si el sustento de su nuera lo ha conseguido a base de propinas por los ratings de las fotos del rabo de sus suscriptores? También.
El libre desenvolvimiento del desarrollo del individuo dentro de los límites de su libertad, conlleva que también la persona de enfrente tenga la libertad total para considerar inapropiado, inmoral o poco edificante un comportamiento mantenido en el tiempo, sin que deba primar que la sociedad le obligue a que le guste o le parezca ético lo que, por lo que le salga del ciruelo, no le parece.
Esta chica se ha visto en la tesitura de elegir y ha elegido, pero ahora tiene que enfrentarse a la huella atemporal que dejan los actos previos en la memoria de los demás, la cual ni se borra en un plazo determinado, ni tiene una prescripción concreta, ni es igualmente entendida por todo el mundo.
De la misma manera que si has empleado 30 años de tu vida en una empresa cárnica es predecible que te miren con recelo si buscas trabajo en el sector vegano, o que si tu trayectoria profesional la has circunscrito a platós de Sálvame es difícil que te sienten en un concilio ecuménico, la penitencia por haber vivido del porno y el erotismo durante años puede ser que tu entorno te recuerde como la persona que ha vivido del porno y el erotismo durante años, y por más que la sociedad sea moldeable, maleable y, muchas veces, lanar, en el sentido más ovejil del término, no vas a poder luchar contra algunas contradicciones éticas irreconciliables.
Quizá el único nexo común de ambos mundos sea la genuflexión. Quizá haya que empezar por ahí.