Soy la persona más despistada que conozco. A veces parezco gilipollas. Cumpleaños, contraseñas, llaves, nombres de amigos de amigos, números de teléfono… De eso tengo -2 en la cabeza. Hace años, llegué incluso a padecer una pesadilla recurrente súper rara: Me olvidaba de respirar. RESPIRAR, lo más básico.
Pero el destino no se ha cebado mucho conmigo; no me rayo por casi nada, mi cerebro procesa a-toda-hostia-cabrón y cuando pierdo la tarjeta del santander, cosa que me sucede dos o tres veces al mes, me dan de baja de suscripciones que no recuerdo haber hecho. Todo encaja.
Hace poco leí la inspiradora historia de un pastor medieval que, después del curro, se metió en una cueva para almorzar. En estas, pasó la tía que le gustaba y la siguió, dejando atrás su atillo con un trozo de pan y una cuña de queso.
Al día siguiente, cuando volvió a la gruta, como era tan despistado, se olvidó de su almuerzo. Pero el pavo tenía tanta hambre que se comió el queso enmohecido del día anterior. ? Resultado: En ese momento, en la más absoluta intimidad del paladar de este buen señor, nació el que todavía hoy es el mejor queso del mundo, el Roquefort. ? Moralina: Si tienes la osadía de morder el queso azul y la honestidad para reconocer la notable mejoría de su sabor, no hace falta que te preocupes por casi nada ni que busques tu queso en libros de autoayuda. Sé tú misma, keep calm and be the pastor. El queso está pa ti ??