????????????????????? Soy un bebé. Un bebé viejo. Desde que empecé a editar, hará más o menos un año, he recuperado la manera de absorber las formas y los colores de cuando era pequeño. Te lo juro.
Antes era un camello, luego fui un león (sí, sí) y ahora soy un niño que pinta en el suelo y que no sabe ni cuántos días tiene octubre. Nietzsche lo llamó «digievolución». Porque cuando edito, fíjate, me pasa algo que intuyo también le ocurre a la gente que escribe, que hace memes, cine, fotos, música, también a los que coleccionan cajas de cosas raras, juguetes antiguos, a las que pintan, a los que redecoran su salón con música de fondo o a esos que montan un huerto en minecraft (o dónde sea), y es que nos olvidamos de existir a través del acto creador.
Y en ese desarraigo espacio-temporal, en ese furioso compromiso con nuestro estado primigenio, es donde somos felices. Esto también le pasa a la gente que juega mucho al bingo, creo.