SUBÍ UN MEME SOBRE MI MEJOR AMIGO A MI CUENTA DE MEMES Y LE HICE LLORAR

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He aprendido la lección, nunca más haré memes sobre mis amigos

[mkdf_dropcaps type=»normal» color=»#ff3154″ background_color=»»]A[/mkdf_dropcaps]yer hice llorar a mi mejor amigo. Y quiero pedirle perdón. Se llama Javier Cofreces, pero todos le llaman Fale. Lo de Fale no viene en realidad de ningún sitio. Creo que todo empezó una noche en segundo de bachillerato. Fale al principio no quería ser Fale, pero tampoco tardó mucho en acostumbrarse. Poco a poco fue haciendo suyo ese nombre con las historias sobre sus borracheras que le hacíamos contar a la gente de los botellones de Ciudad Universitaria. Capas narrativas que se iban superponiendo y convertían su vida en una especie de serie adolescente de la cual él y todos nosotros éramos los protagonistas.

Echando la vista atrás ahora entiendo por qué Fale abrazó con tanta fuerza todo eso. Era una época diferente en la que todos jugábamos a llevar máscaras. Nadie hablaba aún de ansiedad. No habíamos oído nunca lo que era la falta de autoestima y nos gustaba jugar a ser otros. Más listos, más seguros de nosotros mismos.

Hoy Fale habla menos que antes. Trabaja para una empresa de comunicación importante. A veces viene a Coslada los fines de semana, a veces no. Hay épocas en las que desaparece. Intuimos entonces que está triste, pero nunca llegamos a saberlo con certeza. No hacemos demasiadas preguntas. Nosotros seguimos llamándolo Fale, pero el nombre en gran medida a perdido su significado.

Ayer hice llorar a mi mejor amigo porque le enseñé la secuencia de memes que había diseñado sobre su vida. No lo entendió. No entendía por qué él. Por qué de entre todos tenía que ser él. Fale no se considera una persona graciosa y no tiene más de 200 seguidores en Instagram ¿Un meme tiene que ser algo que la gente conozca no?  Intenté explicarle que los memes ya no tienen por qué ser graciosos. Le puse de ejemplo a Rompiendo España. Él no sigue las cuentas de memes pero sigue a Rompiendo España.  

Quería construir una historia en torno a él. En vez de utilizar pueblos de Castilla la Mancha que nadie conoce utilizaría a mi amigo. Fantaseé con la idea durante varios días. Al principio me iría quedando poco a poco con mis followers. Sería super irónico ¿Quién es ese Fale? ¿Dónde está la gracia?

La distancia inicial, sin embargo, se iría recortando con el paso de los días. Fale terminaría por convertirse en alguien familiar para ellos. Alguien cercano. El meme daría paso al personaje, y el personaje a la historia. Fale sería alguien con quien quizás podrían sentirse identificados, porque hay algo de meme en Fale y hay algo de Fale en todos nosotros.

Pero Fale no vio el personaje, sólo vio el meme. Y la primera capa irónica que desnudaba su vida entera y le dejaba desnudo frente al espejo. Fale no vio lo especial que es para mí, y como yo lo veo y le narro, sino que volvió a verse como aquella primera vez que le llamamos Fale.

Fue ahí cuando me di cuenta de que no puede haber ficción para el que quiere huir de ella.

Lo siento, Fale. Perdóname.

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He aprendido la lección, nunca más haré memes sobre mis amigos

[mkdf_dropcaps type=»normal» color=»#ff3154″ background_color=»»]A[/mkdf_dropcaps]yer hice llorar a mi mejor amigo. Y quiero pedirle perdón. Se llama Javier Cofreces, pero todos le llaman Fale. Lo de Fale no viene en realidad de ningún sitio. Creo que todo empezó una noche en segundo de bachillerato. Fale al principio no quería ser Fale, pero tampoco tardó mucho en acostumbrarse. Poco a poco fue haciendo suyo ese nombre con las historias sobre sus borracheras que le hacíamos contar a la gente de los botellones de Ciudad Universitaria. Capas narrativas que se iban superponiendo y convertían su vida en una especie de serie adolescente de la cual él y todos nosotros éramos los protagonistas.

Echando la vista atrás ahora entiendo por qué Fale abrazó con tanta fuerza todo eso. Era una época diferente en la que todos jugábamos a llevar máscaras. Nadie hablaba aún de ansiedad. No habíamos oído nunca lo que era la falta de autoestima y nos gustaba jugar a ser otros. Más listos, más seguros de nosotros mismos.

Hoy Fale habla menos que antes. Trabaja para una empresa de comunicación importante. A veces viene a Coslada los fines de semana, a veces no. Hay épocas en las que desaparece. Intuimos entonces que está triste, pero nunca llegamos a saberlo con certeza. No hacemos demasiadas preguntas. Nosotros seguimos llamándolo Fale, pero el nombre en gran medida a perdido su significado.

Ayer hice llorar a mi mejor amigo porque le enseñé la secuencia de memes que había diseñado sobre su vida. No lo entendió. No entendía por qué él. Por qué de entre todos tenía que ser él. Fale no se considera una persona graciosa y no tiene más de 200 seguidores en Instagram ¿Un meme tiene que ser algo que la gente conozca no?  Intenté explicarle que los memes ya no tienen por qué ser graciosos. Le puse de ejemplo a Rompiendo España. Él no sigue las cuentas de memes pero sigue a Rompiendo España.  

Quería construir una historia en torno a él. En vez de utilizar pueblos de Castilla la Mancha que nadie conoce utilizaría a mi amigo. Fantaseé con la idea durante varios días. Al principio me iría quedando poco a poco con mis followers. Sería super irónico ¿Quién es ese Fale? ¿Dónde está la gracia?

La distancia inicial, sin embargo, se iría recortando con el paso de los días. Fale terminaría por convertirse en alguien familiar para ellos. Alguien cercano. El meme daría paso al personaje, y el personaje a la historia. Fale sería alguien con quien quizás podrían sentirse identificados, porque hay algo de meme en Fale y hay algo de Fale en todos nosotros.

Pero Fale no vio el personaje, sólo vio el meme. Y la primera capa irónica que desnudaba su vida entera y le dejaba desnudo frente al espejo. Fale no vio lo especial que es para mí, y como yo lo veo y le narro, sino que volvió a verse como aquella primera vez que le llamamos Fale.

Fue ahí cuando me di cuenta de que no puede haber ficción para el que quiere huir de ella.

Lo siento, Fale. Perdóname.

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