[mkdf_dropcaps type=»normal» color=»#ff3154″ background_color=»»]M[/mkdf_dropcaps]uchas personas han aprovechado este confinamiento para “cultivar su mente” y ser “quienes de verdad quieren ser”. La eterna búsqueda del “yo interior” que al parecer no todo el mundo encuentra. Más allá del yoga y la meditación hay cosas que se nos escapan. Yo no sé quién quiero ser, pero sí sé quién no. No quiero ser una persona que viva por y para las redes sociales.
A día de hoy parece estar claro que las redes sociales se han ido introduciendo cada vez más en las rutinas del día a día de muchas personas, y generalmente, sin tener en cuenta ciertas cosas importantes. Entre estos factores a considerar se encuentran la exposición mediática, el sentido del ridículo o sencillamente el hecho de que a tus seguidores les importe una mierda si de lunes a martes has cambiado un ejercicio de glúteo, o si has preparado un bizcocho de chocolate -por cuarta vez en el mes- para contrarrestar el disgusto del #momentofit. Aunque en ese instante pueda parecer importante, luego resulta que no lo es.
Todavía más preocupante que la pérdida de dignidad para aquellas personas que aún la conserven, es que durante el confinamiento en España, según Europa Press, el consumo de las redes sociales en niños y adolescentes menores de edad ha aumentado en un 170%. Entre las redes sociales predilectas de este sector de la población destacan Instagram, Snapchat y TikTok. Ésta última además con una peculiaridad, y es que durante la pandemia, cada vez más personas de diversas edades y lugares del mundo han ido confluyendo en el mismo espacio virtual para ver y dejar ver vídeos de coreografías, parodias y demás. Hablando claro, una persona de 57 años puede ver vídeos publicados por otra de 16.
A partir de aquí retomaré una frase de los Simpson que seguro que a muchos os suena: “¿Es que nadie va a pensar en los niños?”. Pues por lo visto no. Según Silvestre Del Río, policía especializado en asuntos de menores de edad, los padres están en la inopia y además, TikTok tampoco es que haga mucho para controlar estas situaciones. «Tengo más archivos en mi poder de pornografía infantil en TikTok de lo que me gustaría», afirma Del Río. Todo esto sin entrar en los resultados de las búsquedas que aparecen al escribir niñas y niños en esta red social, porque son denigrantes.
Para quien esté leyendo al otro lado de la pantalla, recapacitemos si éstas somos las personas que realmente queremos ser. Ya puestos a convivir en esta “nueva normalidad”, normalicemos el reducir el uso de estas plataformas digitales y prestemos más atención a las cosas verdaderamente relevantes, a esas que antes de que viniera una pandemia mundial a joderlo todo no les dábamos la importancia que se merecían, como el placer de hablar cara a cara con alguien o el disfrutar en la terraza de un bar de una buena conversación en compañía. Yo la primera.