El desencanto ante la proliferación de cada vez más voces consideradas “transespecistas”, vuelve a demostrar que la sociedad no es todavía lo suficientemente madura y que aún nos queda un largo camino por recorrer en materia de derechos.
Una sociedad retrógrada que cuestiona que una persona se autoperciba como un tiburón blanco, que un señor de 75 años se autoperciba como un bebé llorón, o que una influencer de Badajoz se injerte ramas y bolas de colores porque se autopercibe como uno abeto navideño, solo tiene una receta: + democracia, + conferencias, + tiendas de disfraces.
Lo preocupante no es que desde la derecha mediática y política se ridiculicen estas solicitudes, sino que incluso desde medios considerados “progresistas” se cuestione el estado mental de Abel Villacampa, alumno de la Pompeu Fabra que acude a clase con una cola de zorro, dos orejas de elefante, y que mantiene una relación afectiva con una impresora Hewlett Packard 9100 a la que conoció en un coloquio en IFEMA.
Muchos de los que hoy se llevan las manos a la cabeza, desconocen que el propio Platón, en La República, ya afirmó que “el ser humano es, intrínsecamente, como un pato con cabeza de aspiradora, patas de urogallo y ojos de búho”.