??????? En este dulce tránsito a la death llamado vida, de vez en cuando me toca soportar a gente que realiza loables esfuerzos por hacerme sentir gilipollas cuando me explica algo que no quiero entender.
Son peña que me odia, digo yo. A mí ellos, como las cosas que me cuentan, siempre me han dado un poco igual.
Y los he aguantado desde crío. Antes eran profes y empollones. Ahora es el encargau. Mi cajero semiautomático del Santander. Una que cada cierto tiempo me manda un WhatsApp diciendo «Copia y pega si no quieres que Facebook se apropie de tus fotos…».
Micropoderosos random. El triunfo del fracaso ajeno. La sombra del cuñao internacional planeando sobre nuestras cabezas. Tipos de carcajada dura y cutre, como plástico invisible; la crean de la nada para pelotear o machacar, dependiendo del estatus de su interlocutor.
Pero yo no les contesto. Paso. Porque creo que esa pretensión de humillar a los demás para subrayar su impostada superioridad a menudo delata la fragilidad de un cuerpo carcomido por hondos complejos, problemas de autoestima, traumas, celos, o vaya usted a saber qué.
Así que eso, sed pacientes con aquellos que no sólo piensan que son más listos que los demás, sino que lo hacen en voz alta.