En Jumanji había una estampida brutal de animales salvajes a la que se intentaba incorporar torpemente un cómico rinoceronte al que no le daban las patas de sí para alcanzar al resto. Efectivamente, ese mamífero incapaz son las personas que actualizan su estado en WhatsApp. De la misma manera que Facebook se convirtió en un cementerio de elefantes para que encuentre novio tu abuela, o Tuenti aparece en el imaginario colectivo como una especie de ciudad sumergida de cuya existencia dudamos hasta los que estuvimos quemándola durante años, WhatsApp stories se ha convertido en la nueva cueva hedónica de los que se bajan del barco y solo quieren flotar a la deriva. Yo tengo tres contactos que la usan: una falangista de Cuenca, una señora de mi trabajo y un hombre que montó una gestoría porque le gusta realmente gestionar el papeleo de otras empresas (¿se puede ser más hijo de puta?). El ciclo de la vida es inexorable y llega un momento en el que una red social te viene grande. No pasa nada, a todos nos sobrepasará esa ola. No es premeditado pero, un día, el rey de la selva acaba siendo un león desdentado, un gatico cartilaginoso que solo quiere esperar a la sombra de un árbol a que llegue la muerte. Por eso publica un estado de WhatsApp con una foto desde el bus turístico de Tarragona y el título: «un finde diferente». Ya ha muerto.
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En Jumanji había una estampida brutal de animales salvajes a la que se intentaba incorporar torpemente un cómico rinoceronte al que no le daban las patas de sí para alcanzar al resto. Efectivamente, ese mamífero incapaz son las personas que actualizan su estado en WhatsApp. De la misma manera que Facebook se convirtió en un cementerio de elefantes para que encuentre novio tu abuela, o Tuenti aparece en el imaginario colectivo como una especie de ciudad sumergida de cuya existencia dudamos hasta los que estuvimos quemándola durante años, WhatsApp stories se ha convertido en la nueva cueva hedónica de los que se bajan del barco y solo quieren flotar a la deriva. Yo tengo tres contactos que la usan: una falangista de Cuenca, una señora de mi trabajo y un hombre que montó una gestoría porque le gusta realmente gestionar el papeleo de otras empresas (¿se puede ser más hijo de puta?). El ciclo de la vida es inexorable y llega un momento en el que una red social te viene grande. No pasa nada, a todos nos sobrepasará esa ola. No es premeditado pero, un día, el rey de la selva acaba siendo un león desdentado, un gatico cartilaginoso que solo quiere esperar a la sombra de un árbol a que llegue la muerte. Por eso publica un estado de WhatsApp con una foto desde el bus turístico de Tarragona y el título: «un finde diferente». Ya ha muerto.