[mkdf_dropcaps type=»normal» color=»#ff3154″ background_color=»»]D[/mkdf_dropcaps]esde hace un mes, más o menos, planea por Instagram la torrentiana sombra de un pavo cuyos atributos más destacables se pueden resumir en que es muy feo, muy tonto y muy facha. El tal Dandy de Barcelona se inscribe en la interminable lista de fenómenos efímeros de internet cuya estupidez se despliega imparable y sin complejos a través de los canales informativos de las nuevas generaciones: los memes.
En uno de sus últimos vídeos, una menor de edad le hace la cobra cuando pretende meterle el hocico. En otro, se baja de un maserati con un empresario local alardeando de que -mire usted- vienen de “irse de putas y de que les coman la polla”; y el tío cierra su speech con un sonidito que causa incomprensible furor entre lo peor de lo peor de nuestra fauna adolescente (y no tan adolescente).
El problema no es que exista El Dandy, el problema es que su mórbida imbecilidad adquiera trascendencia a través de ciertas cuentas de memes que viven, casi exclusivamente, de la degradación por cuenta ajena.
El jambo acaba de sacar un videoclip que ya acumula 40.000 likes en menos de 24 horas. Está claro que la involuntaria caricaturización del facha paleto, por extraño que parezca, no genera aversión hacia este tipo de posiciones ideológicas entre los sectores de la población menos formados. Todo lo contrario. A la peña le hace muchísima gracia que se banalice el odio al “antiespañol”, a las mujeres o que se haga constante apología del exceso.
Pero recuerda una cosa: el consumo irónico, si es constante, no existe. Cambia de cuenta de memes, de influencer y de canal de televisión. La demanda de mejor contenido genera una mejor oferta. Y ni se te ocurra comparar lo que yo hago con lo que hace esta gente. Lo mío es trash, lo suyo es basura.
