Cthulhu está vivo (y se ha montado un podcast)

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[mkdf_dropcaps type=»normal» color=»#ff3154″ background_color=»»]H[/mkdf_dropcaps]ace mas de cien años, un adolescente raruno, solitaro y taciturno inició un largo confinamiento voluntario tras su fracaso estrepitoso tratando de acceder a estudios superiores. Lo que pasó después te sorprenderá. ^(;,,;)^

Poco sabemos sobre la etapa que comprende la vida de H.P. Lovecraft entre los diecisiete y los veintitrés años. Se encerró, probablemente, a leer todo lo que caía en sus manos o lograba rescatar de la biblioteca de su abuelo. Sin apenas abandonar la vivienda familiar salvo por sus periódicos paseos nocturnos, Lovecraft salió de su cubil de la única forma en la que se sintió capaz de hacerlo: escribiendo. Más de 100.000 cartas a publicaciones, amigos, conocidos y desconocidos avalan este peculiar inicio de su viaje astral… Así dio comienzo el llamado Círculo de Lovecraft. Así nacieron los Mitos de Cthulhu.

En una época en la que la ausencia de medios más efectivos no permitía nuestros desmanes comunicativos, Lovecraft conformó uno de los primeros grupos de frikis virtuales que se conocen en la historia. Sus relatos de fantasía, terror y ciencia-ficción se ganarían el derecho a ser considerados un icono entre los aficionados al género y sembrarían las semillas de millones de continuadores, lectores y aficionados desde los inicios del siglo XX hasta nuestros días.

Algunos de sus miembros más destacados idearon a Conan el Bárbaro (Robert E. Howard), dieron vida a sujetos como Norman Bates y su Psicosis (Robert Bloch) o fundaron la editorial Arkham House (August Derleth), encumbrando el legado de los Dioses Primigenios surgidos de las páginas de papel barato del antaño despreciado mercado pulp. De ese Círculo originario han bebido superventas como Stephen King y sus secuaces… Ficciones como las de Clive Barker o Thomas Ligotti, la saga Alien, La Cosa, o series tan dispares como True Detective o Stranger Things.

Desde casa y en pijama, gastando un dineral en sellos, me atrevería a afirmar que existe un paralelismo entre aquel afán muy poco lucrativo por la dispersión de nuevos universos fantásticos en lo que hoy conocemos como cultura subterránea. Desde los foros de Creepy Pasta (historias nacidas y crecidas cual leyendas urbanas de Internet) pasando por blogs, editoriales independientes y fugaces formatos narrativos adaptados a las redes sociales; hasta llegar al mundo del podcasting, donde gente anónima termina por conformar un rompecabezas de ingenios sonoros más o menos escuchables, dedicados en cuerpo y alma al sano y necesario oficio del cuentacuentos.

Son los nuevos Círculos de Lovecraft, casi desconocidos (al menos para el gran mercado editorial) de medios precarios o financiados a través de micromecenazgo; y altamente efectivos en la transmisión libre y descontrolada de conocimientos, literaturas, paranoias tentaculares y ficciones primigenias.

El podcasting nació quizá con esa voluntad incomprensible que muchos seres humanos tienen por contar sus neuras, pero es un medio esencialmente comunitario, el ego no deja de ser algo circunstancial si es que protubera en algún podcaster. Lovecraft entendió eso a la perfección al afrontar su incompatibildad (puede que incluso su rechazo) por la filosofía de los grandes Medios editoriales. Fue de los que se planteó «si quiero publicar puedo hacerlo aquí y ahora», aunque sea un panfleto distribuido en la estación de Providence junto a unos cuantos amigos. Lo había escrito él, estaba impreso, se había hecho público, y era real. De hecho, estuvo cerca de caer en el olvido por ese mismo motivo. Pero sus ansias de comunicar, como miembro de la Sociedad de la Prensa Amateur y de diversos grupos de escritores por correspondencia, salvó en parte su obra para la posteridad. Porque Lovecraft odiaba pocas cosas más de lo que se odiaba a sí mismo, pero no podía dejar de contar historias y aquella necesidad se apoderó de todo. Eso era lo único que importaba. Eso le mantuvo un poco más cuerdo.

Lovecraft nunca supo lo que su obra supuso para la literatura fantástica y la ciencia-ficción. Muchos lamentan esto, yo creo que en parte eso engrandece una labor aún más desconocida, ya no se trata solo de encumbrar a un señor raro de Providence con muchos defectos de carácter, sino de apreciar su capacidad para conectar con los demás a través de la palabra y crear una mitología que hoy está presente en el imaginario colectivo.

Aquí está el punto central de todo esto del podcasting narrativo. Somos una comunidad y sin ella el creador está perdido, uno de los pocos medios de comunicación libres que quedan en nuestro entorno; no alcanzaremos el estrellato, no seremos nadie porque somos un todo: lectores, escritores, podcasters y escuchantes… Perfiles y audiencias de las redes: uníos. Parafraseando a Chuck Palahniuk en boca de su narrador, «somos la mierda cantante y danzante del mundo», una suerte de fanzine masivo y descontrolado, arrojado al abismo de Internet, esperando a que alguien o algo nos escuche desde el otro lado.

«Ph’nglui mglw’nafh Cthulhu R’lyeh wgah’nagl fhtagn»

En Su Morada de R’lyeh, Cthulhu el exánime aguarda Soñando

La Llamada de Cthulhu,

H.P. Lovecraft

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[mkdf_dropcaps type=»normal» color=»#ff3154″ background_color=»»]H[/mkdf_dropcaps]ace mas de cien años, un adolescente raruno, solitaro y taciturno inició un largo confinamiento voluntario tras su fracaso estrepitoso tratando de acceder a estudios superiores. Lo que pasó después te sorprenderá. ^(;,,;)^

Poco sabemos sobre la etapa que comprende la vida de H.P. Lovecraft entre los diecisiete y los veintitrés años. Se encerró, probablemente, a leer todo lo que caía en sus manos o lograba rescatar de la biblioteca de su abuelo. Sin apenas abandonar la vivienda familiar salvo por sus periódicos paseos nocturnos, Lovecraft salió de su cubil de la única forma en la que se sintió capaz de hacerlo: escribiendo. Más de 100.000 cartas a publicaciones, amigos, conocidos y desconocidos avalan este peculiar inicio de su viaje astral… Así dio comienzo el llamado Círculo de Lovecraft. Así nacieron los Mitos de Cthulhu.

En una época en la que la ausencia de medios más efectivos no permitía nuestros desmanes comunicativos, Lovecraft conformó uno de los primeros grupos de frikis virtuales que se conocen en la historia. Sus relatos de fantasía, terror y ciencia-ficción se ganarían el derecho a ser considerados un icono entre los aficionados al género y sembrarían las semillas de millones de continuadores, lectores y aficionados desde los inicios del siglo XX hasta nuestros días.

Algunos de sus miembros más destacados idearon a Conan el Bárbaro (Robert E. Howard), dieron vida a sujetos como Norman Bates y su Psicosis (Robert Bloch) o fundaron la editorial Arkham House (August Derleth), encumbrando el legado de los Dioses Primigenios surgidos de las páginas de papel barato del antaño despreciado mercado pulp. De ese Círculo originario han bebido superventas como Stephen King y sus secuaces… Ficciones como las de Clive Barker o Thomas Ligotti, la saga Alien, La Cosa, o series tan dispares como True Detective o Stranger Things.

Desde casa y en pijama, gastando un dineral en sellos, me atrevería a afirmar que existe un paralelismo entre aquel afán muy poco lucrativo por la dispersión de nuevos universos fantásticos en lo que hoy conocemos como cultura subterránea. Desde los foros de Creepy Pasta (historias nacidas y crecidas cual leyendas urbanas de Internet) pasando por blogs, editoriales independientes y fugaces formatos narrativos adaptados a las redes sociales; hasta llegar al mundo del podcasting, donde gente anónima termina por conformar un rompecabezas de ingenios sonoros más o menos escuchables, dedicados en cuerpo y alma al sano y necesario oficio del cuentacuentos.

Son los nuevos Círculos de Lovecraft, casi desconocidos (al menos para el gran mercado editorial) de medios precarios o financiados a través de micromecenazgo; y altamente efectivos en la transmisión libre y descontrolada de conocimientos, literaturas, paranoias tentaculares y ficciones primigenias.

El podcasting nació quizá con esa voluntad incomprensible que muchos seres humanos tienen por contar sus neuras, pero es un medio esencialmente comunitario, el ego no deja de ser algo circunstancial si es que protubera en algún podcaster. Lovecraft entendió eso a la perfección al afrontar su incompatibildad (puede que incluso su rechazo) por la filosofía de los grandes Medios editoriales. Fue de los que se planteó «si quiero publicar puedo hacerlo aquí y ahora», aunque sea un panfleto distribuido en la estación de Providence junto a unos cuantos amigos. Lo había escrito él, estaba impreso, se había hecho público, y era real. De hecho, estuvo cerca de caer en el olvido por ese mismo motivo. Pero sus ansias de comunicar, como miembro de la Sociedad de la Prensa Amateur y de diversos grupos de escritores por correspondencia, salvó en parte su obra para la posteridad. Porque Lovecraft odiaba pocas cosas más de lo que se odiaba a sí mismo, pero no podía dejar de contar historias y aquella necesidad se apoderó de todo. Eso era lo único que importaba. Eso le mantuvo un poco más cuerdo.

Lovecraft nunca supo lo que su obra supuso para la literatura fantástica y la ciencia-ficción. Muchos lamentan esto, yo creo que en parte eso engrandece una labor aún más desconocida, ya no se trata solo de encumbrar a un señor raro de Providence con muchos defectos de carácter, sino de apreciar su capacidad para conectar con los demás a través de la palabra y crear una mitología que hoy está presente en el imaginario colectivo.

Aquí está el punto central de todo esto del podcasting narrativo. Somos una comunidad y sin ella el creador está perdido, uno de los pocos medios de comunicación libres que quedan en nuestro entorno; no alcanzaremos el estrellato, no seremos nadie porque somos un todo: lectores, escritores, podcasters y escuchantes… Perfiles y audiencias de las redes: uníos. Parafraseando a Chuck Palahniuk en boca de su narrador, «somos la mierda cantante y danzante del mundo», una suerte de fanzine masivo y descontrolado, arrojado al abismo de Internet, esperando a que alguien o algo nos escuche desde el otro lado.

«Ph’nglui mglw’nafh Cthulhu R’lyeh wgah’nagl fhtagn»

En Su Morada de R’lyeh, Cthulhu el exánime aguarda Soñando

La Llamada de Cthulhu,

H.P. Lovecraft

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