[mkdf_dropcaps type=»normal» color=»#ff3154″ background_color=»»]E[/mkdf_dropcaps]l autodenominado `apagón cultural´ no es otra cosa que la conjura de un pequeño grupo de influencers que pretende concienciarnos de lo mucho que nos vamos a perder si este Gobierno egoísta y rastrero que solo piensa en los 15.000 muertos que tiene encima de la mesa (y subiendo) no hace el favor de soltar la gallina para que puedan seguir perpetrando comedias de provincias y ciclos de cine moldavo a los que nadie asistirá. ¿Y cuál es su infalible arma de negociación? Privar al vulgo de sus publicaciones en Instagram; o sea, de sus confinamientos en chalets con piscina, de sus posts patrocinados y de sus soporíferas e inconexas reflexiones sobre lo humano, lo divino y vete tú a saber qué más.
Wow.
Las preguntas que surgen ahora son: ¿Qué se puede esperar de unos adalides culturales que profesan tan escaso respeto intelectual hacia a su pueblo? ¿Dónde queda, por tanto, su idea de cultura cuando la manera de chantajear al contribuyente consiste, básicamente, en suspender su presencia en redes sociales durante un par de días en plena crisis sanitaria? Pfff. Es como escuchar el gimoteo de un niño mimado que quiere unos zapatos nuevos mientras uno de sus hermanos se debate entre la vida y la muerte en una puta UCI. Lamentable.
Y flipo cuando leo entre peña a la que respeto cosas como: “invertir en esta industria nos protege ante la influencia ideológica de los productos culturales difundidos por los países dominantes”. Pero yo me pregunto: ¿cuál es el papel contrahegemónico de Aquí no hay quién viva, de Élite o de La Ruleta de La Fortuna? En serio, en qué medida estos productos culturales pugnan por hacer emerger nuevos imaginarios en torno a, no sé, la justicia social, la inclusión, la igualdad de género… Y dónde están los valores presuntamente nocivos que nos inoculan series como South Park, Girls, The Wire, Los Simpsons, Black Mirror, los Soprano, Breaking Bad…
En fin. El `apagón cultural´ no es más que una pataleta encabezada por millonarios que ven peligrar su posición de privilegio dentro de una industria acostumbrada a subordinar el acto creativo a las subvenciones y, por tanto, a articular un discurso que siempre va a reforzar el statu quo. Qué puta pereza el poder y sus colegas. Aquí no meterán sus sucias manos, eso te lo garantizo.