LOS ÚLTIMOS APLAUDIDORES: PSICÓPATAS.

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[mkdf_dropcaps type=»normal» color=»#ff3154″ background_color=»»]S[/mkdf_dropcaps]Septiembre de 2023. El último nostálgico de la maraña de zombis ávidos de reconocimiento social que emergió con el COVI-19 acude puntualmente a su cita con la nada, desde el balcón, para rellenar con un aplauso sordo el silencio de Caravaca de la Cruz (Murcia).

El fenómeno del bienquedar, ese pecadillo de abuela ufana, ha alcanzado unas cotas de evolución casi onanísticas, como no podía ser de otra manera. Al fin y al cabo, qué puede haber más Hollywdoodiense que una pandemia mundial a la que una sociedad unida le planta cara con un himno reciclado ridículo.

Hace ya muchos días que se ha ido desgajando el pulmón altruista balconiano. Los hooligans que siguen saliendo al balcón son esos yonquis que dejan las luces de Navidad hasta marzo o que firman los sobres del Domund. Los que, por lo que sea, necesitan exteriorizar hasta un estrato delirante que son o parecen buenos.

Me encantaría conocer al último que salga a aplaudir. Sé que es tremendamente complicado. Es posible que ahora mismo haya gente aplaudiendo por el 12-1 de España a Malta o por la última derrota napoleónica. No creo que haya manera humana de conocer quién es el protagonista del último aplauso sanitario, pero me encantaría entrevistarlo. Probablemente fuera ese niño que cuando se lanza un aplauso en el colegio acaba un poquito más tarde que los demás, para que se sepa que existe.

Seguro que, en todo caso, sería alguien con un sustrato mental atroz.

Hoy, en la plaza interior que guarda los edificios entre los que está mi casa, han salido aún ocho o diez personas. Putos enfermos. Les he visto la cara. Se miraban y miraban hacia abajo con un subyacente: “¿Me veis, no? Sigo aplaudiendo. Soy del 5ºB. Y no voy a parar. Nunca. PORQUE AGRADEZCO SIEMPRE. LO AGRADEZCO. TODO.” Desde su altura canina, Lucas a veces se les queda irónicamente mirando y yo intento razonar con él, casi sin mover la boca, que es mejor que no mire y que siga andando. Que como mires estás perdido, porque empezarán a aplaudir más fuerte, hasta que les sangren las manos. Con los ojos coléricos y las encías encendidas y una risa floja de Joker lanzando alegatos a favor de la Sanidad Pública. Psicópatas.

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[mkdf_dropcaps type=»normal» color=»#ff3154″ background_color=»»]S[/mkdf_dropcaps]Septiembre de 2023. El último nostálgico de la maraña de zombis ávidos de reconocimiento social que emergió con el COVI-19 acude puntualmente a su cita con la nada, desde el balcón, para rellenar con un aplauso sordo el silencio de Caravaca de la Cruz (Murcia).

El fenómeno del bienquedar, ese pecadillo de abuela ufana, ha alcanzado unas cotas de evolución casi onanísticas, como no podía ser de otra manera. Al fin y al cabo, qué puede haber más Hollywdoodiense que una pandemia mundial a la que una sociedad unida le planta cara con un himno reciclado ridículo.

Hace ya muchos días que se ha ido desgajando el pulmón altruista balconiano. Los hooligans que siguen saliendo al balcón son esos yonquis que dejan las luces de Navidad hasta marzo o que firman los sobres del Domund. Los que, por lo que sea, necesitan exteriorizar hasta un estrato delirante que son o parecen buenos.

Me encantaría conocer al último que salga a aplaudir. Sé que es tremendamente complicado. Es posible que ahora mismo haya gente aplaudiendo por el 12-1 de España a Malta o por la última derrota napoleónica. No creo que haya manera humana de conocer quién es el protagonista del último aplauso sanitario, pero me encantaría entrevistarlo. Probablemente fuera ese niño que cuando se lanza un aplauso en el colegio acaba un poquito más tarde que los demás, para que se sepa que existe.

Seguro que, en todo caso, sería alguien con un sustrato mental atroz.

Hoy, en la plaza interior que guarda los edificios entre los que está mi casa, han salido aún ocho o diez personas. Putos enfermos. Les he visto la cara. Se miraban y miraban hacia abajo con un subyacente: “¿Me veis, no? Sigo aplaudiendo. Soy del 5ºB. Y no voy a parar. Nunca. PORQUE AGRADEZCO SIEMPRE. LO AGRADEZCO. TODO.” Desde su altura canina, Lucas a veces se les queda irónicamente mirando y yo intento razonar con él, casi sin mover la boca, que es mejor que no mire y que siga andando. Que como mires estás perdido, porque empezarán a aplaudir más fuerte, hasta que les sangren las manos. Con los ojos coléricos y las encías encendidas y una risa floja de Joker lanzando alegatos a favor de la Sanidad Pública. Psicópatas.

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