[mkdf_dropcaps type=»normal» color=»#ff3154″ background_color=»»]S[/mkdf_dropcaps]i algo he aprendido en esta pandemia, es que los sanitarios son héroes. Y los farmacéuticos. También los funcionarios de prisiones. Y los transportistas. Y los cajeros. Y los agricultores y ganaderos, sin los cuales difícilmente podríamos proveernos. No dudo que quienes tienen que tomar responsabilidades políticas también. Y el ejército. Y la policía. Y los autónomos que van a seguir cotizando sin cobrar un euro. Y los trabajadores afectados por los ERTEs. La cuestión es: ¿quién cojones no es un héroe? Creo que, ahora mismo, en España todo el mundo es un héroe excepto yo, que no estoy incluido en la relación anterior.
Me gustaría saber quién coño soy. Tampoco puedo ser un antihéroe, porque no estoy haciendo nada especialmente turbio o indecoroso para alcanzar el bien. No creo que pueda ponerme la medalla de un Jack Sparrow, un Sherlock Holmes o un Gregor Samsa.
Sin embargo, llevo semanas oyendo en las tertulias generalistas, viendo en el Instagram de cualquier actriz cortita inflada de seguidores que comparte millón y medio de stories happy wonderful y soportando en el impostado teatrillo “Aló Presidente” de Pedro Sánchez, que aquí todo aquél que se comporta cívicamente, con arreglo a la legalidad o conforme al código deontológico de su profesión es un puto héroe.
No sé yo si que nos comamos las pollas tanto unos a otros puede traer algo bueno. Vivimos en un bukkake del elogio vacuo que puede llegar a ser pernicioso si resulta que ahora, cuando nos levantemos de la cama, empezamos a mirarnos al espejo pensando que somos de otra pasta. De una pasta heroica.
El narcisismo pandémico es sencillamente agotador. Es el capítulo final de un libro de autoayuda que te quiere convencer de que eres especial. Estas filosofías de Hacendado nos llevan a la incongruencia de querer hacernos sentir al mismo tiempo iguales al resto (la aburrida moralidad de la mediocridad compartida), pero al mismo tiempo únicos en nuestra especie, aunque no sepamos hacer la “o” con un canuto.
Al final, no tengo ni idea de si vivo rodeado de héroes y soy el único normal; si todos somos normales. Si debería querer ser especial, porque lo normal aburre. Si al ser el único normal, eso me hace especial. O si ser especial es el nuevo eufemismo para reconocer que soy monguer. No entiendo nada, de verdad.