[mkdf_dropcaps type=»normal» color=»#ff3154″ background_color=»»]¿[/mkdf_dropcaps]Recordamos esa cuarentena del mes pasado en la que unos gilipollas fardaban de haber estado dos semanas recluidos en un Hospital de Madrid preventivamente, no?
La sociedad no puede mutar en un ente virtuoso de la noche a la mañana. Somos la misma medianía moral de siempre, con sus picos de virtud y sus pozos miserables. Por eso, en esta situación de confinamiento, era necesario un nuevo pecado capital que satisficiera las bajezas de todos. No tengo la palabra pero sí la definición: dícese del que se pavonea repetidamente en sus RRSS, con actitud moralizante, por quedarse unos días en casa sin hacer nada.
Hoy, ése a quien conoces, ya no puede subir una historia con @unachicacualquiera tapeando para que todos elucubremos sobre si refocilan o no. Tampoco ésa que conoces hablará por decimosexto día consecutivo acerca del TFG que está a punto de acabar (acábalo ya, de verdad, que es una chorrada). Todas las fardadas de perfil bajo quedan ahora en una nebulosa extraña.
En esta tesitura, lo único que se puede hacer (excepto para algún ludópata que sigue bajando religiosamente a ver si está abierto el bar donde juega con la tragaperras vintage CIRSA o para una señora de mi trabajo que cree que esto es algo del Gobierno para tapar meteoritos o yo qué sé) es quedarse en casa comiendo pizza. Lo cual, vamos a reconocerlo, tampoco es que sea un reto de Los Juegos del Hambre.
No obstante, hoy verás a un histriónico enfermero insultando muy dramáticamente a la juventud en general para que se tome en serio el toque de queda; verás la actitud doctrinal de tu vecina la choni restregándote que se queda en casa y tú debes hacer lo mismo; o sufrirás a esos músicos ambulantes a los que nunca prestaste atención, haciéndote lives en Instagram como si fuera la orquesta del Titanic cuando se echó la tristeza social a sus espaldas para tocar una pieza más ante un apocalipsis marino irremediable. ¿La diferencia? Que para saber que no tienes que colapsar los hospitales no necesitas a ese enfermero encabronado; que para saber que te tienes que quedar en casa, no necesitas el magisterio de esa choni; y, sobre todo: ese vídeo tocando la guitarra en tu cuarto para tus seguidores no lo haces por ellos; lo haces para ver si con el salvoconducto de una pandemia te ven más de tres personas juntas en un directo, cabrón. Que te hemos calao. En definitiva: notoriedad en la desgracia.